DESARROLLO CAPITALISTA Y DEGRADACIÓN AMBIENTAL: UN ENFOQUE MARXISTA - Claudio Fernandez Macor
Resumen
El objetivo más general del artículo es utilizar los aportes de Marx, en particular la teoría del valor-trabajo,
para analizar la contradicción capital-naturaleza que se manifiesta en los crecientes conflictos ecológicos
globales y locales. La doble concepción de la producción y el proceso de trabajo, y la contradicción entre
valor de uso y valor de cambio nos permiten determinar el rol especifico que tiene la naturaleza en el modo
de producción capitalista, en particular, en el proceso de acumulación de capital y vincular orgánicamente
el problema ambiental a la forma de valor capitalista, es decir, a la forma de trabajo asalariada. A lo largo
del artículo también se deja en evidencia algunas malas interpretaciones muy difundidas que sostienen que
en la teoría del valor la naturaleza es relegada a un plano pasivo o marginal.
Palabras clave: Teoría del Valor, Degradación Ambiental, Acumulación de Capital.
INTRODUCCIÓN
En este trabajo pretendemos destacar que el proceso de producción material, entendido en un doble
sentido, es decir, como un proceso material de carácter universal que adopta determinadas formas
históricas específicas es una condición para comprender la relación sociedad - naturaleza y los problemas
ecológicos que esta relación puede suscitar. Los hombres, universalmente, deben producir lo necesario
para vivir, se apropian de la naturaleza para adaptarla a sus necesidades y esta apropiación se realiza
bajo diferentes formas, sujeta a determinadas relaciones sociales y de producción. En este sentido, para
desarrollar una teoría que comprenda las consecuencias ecológicas de cualquier sistema social (incluido el
sistema capitalista), es necesario considerar ambos aspectos del proceso de producción, tanto el material
como el social. Es precisamente el doble carácter que Marx reconoce a la producción material y al proceso
de trabajo y que, en definitiva, lo conduce a entender la mercancía como una unidad contradictoria de valor
de uso y valor de cambio, el que proporciona los fundamentos para entender la relación sociedad-naturaleza
y los límites impuestos por la naturaleza. Aun reconociendo que Marx no fue capaz de desarrollar y analizar
sistemáticamente los efectos medioambientales del capitalismo ni los límites que las leyes de la naturaleza
imponen a la acumulación capitalista, el significado que Marx reconoce al trabajo y su teoría del valor,
constituyen conceptos importantes para construir una crítica ecológica del capitalismo contemporáneo.
Las críticas ecológicas a Marx, generalmente redundan en que la teoría del valor trabajo no reconoce
la contribución de la naturaleza a la producción capitalista y denuncian cierto trabajo-centrismo en los
desarrollos de Marx sosteniendo que si el valor de las mercancía esta determinado por el tiempo de trabajo
socialmente necesario se hace abstracción de la base natural es decir, del proceso metabólico hombrenaturaleza
y se desatiende la importancia de la naturaleza en la generación de valor.
Estas críticas fallan en el entendimiento de la teoría del valor de Marx, y esto por dos razones
fundamentales. En primer lugar no reconocen la importancia que tiene el doble carácter del trabajo en
la teoría del valor y por ello atribuyen a Marx sesgar la atención hacia al proceso de trabajo en tanto
productor de valor de cambio relegando a un plano marginal la producción de valor de uso (al plano de la
"merceología") . Aun cuando algunos de estos autores no sean conscientes, esta crítica no se realiza a Marx
sino a cierta interpretación marxista de la teoría del valor muy difundida, la cual sostiene que Marx hace
abstracción del valor de uso puesto que no representa ninguna relación social (2) (interpretación que incluye
algunos de los autores más influyentes del siglo XX como Ernest Mandel y Paul Sweezy). Asentados en esta
tradición encontramos un influyente grupo de autores, pertenecientes tanto a la economía ecológica (José
Manuel Naredo, Herman Daly y Joan Martinez Alier, entre otros) como al eco socialismo (Joel Kovel, Ted
Benton, James O'Connor) quienes señalan que la contradicción entre el rol de la naturaleza en la creación
de riqueza y la abstracción del valor respecto a la base natural es una contradicción de la teoría del valor
de Marx, cuando en verdad Marx lo señaló como una contradicción del sistema capitalista (3). El error está en
atribuir a Marx algo que Marx descubrió como característica inmanente del modo de producción capitalista
(Burkett (1996, 1999), Altvater(2006)).
Aunque Marx no desarrollo sistemáticamente los aspectos ecológicos de la relación hombre
naturaleza, sus análisis de la producción, el proceso de trabajo y la mercancía, entendidos como unidades
contradictorias de lo material y lo social sientan las bases para desarrollar un marxismo ecológico que
avance tanto en la relación hombre, sociedad y naturaleza como en los límites impuestos por la naturaleza
al desarrollo capitalista.
2) Por ejemplo: "Marx excluía el valor de uso (o como se lo llamaría ahora, la utilidad) de la esfera de la investigación de la
economía política, en virtud de que no da cuerpo directamente a una relación social […] las categorías económicas deben ser
categorías sociales, esto es categorías que representan relaciones entre los hombres (Sweezy, 1964: 36).
3) "In Marx , nature is, so to speak, subject to labour from the start. This side of things may be inferred from his conception of
labour, which involves an entirely relationship to what has become a kind of natural substratum". (Kovel, 2002: 210-211). "Of
course, Marx´s abstract concept of labour process as a trans historical condition of human existence is not central to his concerns
in Capital". (Benton, 1989: 69).
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La revolución (ecosocialista y ecofeminista) tendríamos que haberla hecho ayer - Jorge Riechmann
La revolución (ecosocialista y
ecofeminista) tendríamos que haberla
hecho ayer
Jorge Riechmann
Incluso procesos como la fotosíntesis y la polinización están hoy amenazados
En China, ese paradójico país ultracapitalista gobernado por el Partido Comunista chino, el nivel
de contaminación atmosférica en muchas zonas es tal que la falta de luz afecta ya a la fotosíntesis
de las plantas, amenazando la producción agrícola. Las noticias que llegan desde Pekín son
dantescas:
La grave situación (…) provoca la muerte prematura de miles de personas en el
país cada año y ha empeorado el número de casos de cáncer de pulmón en la
capital, [pero además] tiene otra derivada con potenciales consecuencias
catastróficas sobre la agricultura y la alimentación. He Dongxian, profesora en la
Universidad de Agricultura de China, en Pekín, asegura que un experimento
realizado en la municipalidad durante meses recientes ha mostrado una
ralentización drástica del proceso de fotosíntesis, según informa el diario de Hong
Kong South China Morning Post. En las pruebas, el crecimiento de semillas de
pimientos y tomate, que normalmente emplean veinte días en convertirse en
plantas de semillero con luz artificial en un laboratorio, tardaron más de dos meses
en germinar en una granja- invernadero en uno de los distritos de las afueras de
Pekín. He asegura que las membranas y contaminantes que se pegan a la superficie
de los invernaderos reducen la cantidad de luz que llega a las plantas a la mitad. (…) La investigadora afirma que la mayoría de las plantas que germinaron eran
débiles o estaban enfermas, lo cual ‘reducirá la producción agrícola este año’.
También advierte que, si la niebla tóxica continúa o se intensifica, la producción
de alimentos en China ‘sufrirá consecuencias devastadoras’. (…) Algunas
empresas están estudiando instalar equipos de iluminación artificial, y muchas
granjas han incrementado de forma importante el uso de hormonas vegetales para
estimular el crecimiento de las plantas, afirma el periódico. (Reinoso 2014)
La fotosíntesis es el proceso de base para la vida sobre la Tierra. Su intensa perturbación en
regiones planetarias enteras nos indica la gravedad de la interferencia humana que está teniendo
lugar en esta fase final del capitalismo a la que los geólogos nos proponen llamar ya Antropoceno;
la mortandad masiva de insectos polinizadores –comenzando por las abejas— apunta en el
mismo sentido. Las cuatro quintas partes de los alimentos que cultivamos son polinizados por
insectos: pero “todos ellos corren peligro” en el siglo XXI, apunta Marla Spivak, de la Universidad
de Minnesota (citada en Robbins 2013).
Para reconstruir la actualidad de hoy podríamos releer algunas páginas de La situación de la clase
obrera en Inglaterra de Friedrich Engels: aquel reportaje y tratado sociológico de hace casi dos
siglos nos situaría en un mundo muy cercano al que describe el artículo del South China Morning
Post en 2014. El capitalismo en su infancia explotaba a las personas y devastaba la naturaleza; el
capitalismo en su senectud explota a las personas y devasta la naturaleza. La diferencia es que
ahora, después de dos siglos de industrialización capitalista, es ya el planeta entero el que está
sometido a esas dinámicas; y la destrucción se ha acelerado tanto que apenas tenemos ya tiempo
para luchar por un cambio de rumbo. Por ejemplo, actualmente se genera en sólo un año más
“carbono negro” (hollín y partículas sobre todo) por el uso de leña y carbón (en África y Asia
principalmente) del que se produjo en toda la Edad Media (Emmott 2013: 80).
En noviembre de 2012, la consultora y empresa de asesoramiento financiero
PricewaterhouseCoopers, la mayor de las llamadas Big Four (Cuatro Grandes), publicó un
informe donde se llegaba a la conclusión de que ya era demasiado tarde para mantener el
aumento futuro de las temperaturas medias globales por debajo de la línea de seguridad de dos
grados centígrados (con respecto a las temperaturas preindustriales). “Ha llegado el momento de
prepararse para un mundo más caliente”, se afirma en el informe (PwC 2012).2 La revolución
(ecosocialista) tendríamos que haberla hecho ayer.
La crítica ecosocialista al capitalismo - Jorge Riechmann
La crítica ecosocialista al capitalismo
Jorge Riechmann
Profesor titular de filosofía moral
Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
Ensayista, poeta y traductor literario http://tratarde.org/
RESUMEN
Palabras clave: capitalismo, productivismo, tecnosfera, sustentabilidad, biomímesis, ecología industrial, producción limpia, capital natural, problemas de los mercados, metabolismo, ecosocialismo
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La Ecología de Marx. Materialismo y naturaleza - John Bellamy Foster
Fragmento de la introducción (pags. 17-18)
El argumento que expone el presente libro se basa en una premisa muy sencilla: en que para entender los orígenes de la ecología es necesario comprender las nuevas visiones de la naturaleza que surgieron con el desarrollo del materialismo y de la ciencia entre los siglos XVII y XIX. Y además, en vez de limitarnos a presentar al materialismo y la ciencia como los enemigos de concepciones de la naturaleza anteriores y supuestamente preferibles, algo que es común en la teoría verde contemporánea, en lo que aquí hacemos hmcapié es en cómo el desarrollo del materialismo y de la ciencia promovieron -de hecho hicieron posible-- los modos de pensar ecológicos.
El argumento que expone el presente libro se basa en una premisa muy sencilla: en que para entender los orígenes de la ecología es necesario comprender las nuevas visiones de la naturaleza que surgieron con el desarrollo del materialismo y de la ciencia entre los siglos XVII y XIX. Y además, en vez de limitarnos a presentar al materialismo y la ciencia como los enemigos de concepciones de la naturaleza anteriores y supuestamente preferibles, algo que es común en la teoría verde contemporánea, en lo que aquí hacemos hmcapié es en cómo el desarrollo del materialismo y de la ciencia promovieron -de hecho hicieron posible-- los modos de pensar ecológicos.
La discusión general se estructura en torno a la obra de Darwin y de Marx, los dos grandes materialistas del siglo XIX. Pero es sobre este último sobre el que se centra el presente libro, ya que su propósito es entender y desarrollar las visiones ecológicas revolucionarias que tienen hoy gran importancia para nosotros, adoptando un enfoque que vincula la transformación social con la transformacion de la relación humana con la naturaleza de maneras que actualmente consideramos ecológicas. La clave del pensamiento de Marx a este respecto, afirmamos, reside en la forma en que éste desarrolló y transformó una tradición epicúrea existente en relación con el ma
terialismo y la libertad, lo que tuvo una importancia integral para el surgimiento de gran parte del pensamiento científico y ecológico moderno.
En esta introducción voy a intentar clarificar estos temas separando al principio las cuestiones del materialismo y la ecología -aun- que el tema fundamental de este estudio es su necesaria conexión y comentando brevemente el problema al que en última instancia se dirige este análisis: la crisis de la socio-ecología contemporánea.
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¿EXTRACTIVISMO O ECOLOGÍA? - Boaventura de Sousa Santos
Al inicio del tercer milenio, las fuerzas de izquierda se debaten entre
dos desafíos principales: la relación entre democracia y capitalismo, y el
crecimiento económico infinito (capitalista o socialista) como indicador básico
de desarrollo y progreso. En estas líneas voy a centrarme en el segundo desafío
(sobre el primero, ver “¿Democracia o capitalismo?”, en Página/12 del 6 de
enero pasado).
Antes de la crisis financiera, Europa
era la región del mundo donde los movimientos ambientalistas y ecologistas
tenían más visibilidad política y donde la narrativa de la necesidad de
complementar el pacto social con el pacto natural parecía tener gran aceptación
pública. Sorprendentemente o no, con el estallido de la crisis tanto estos
movimientos como esta narrativa desaparecieron de la escena política y las
fuerzas políticas que más directamente se oponen a la austeridad financiera
reclaman crecimiento económico como la única solución y sólo excepcionalmente
hacen una mención algo simbólica a la responsabilidad ambiental y la
sustentabilidad. Y, de hecho, las inversiones públicas en energías renovables
fueron las primeras en ser sacrificadas por las políticas de ajuste
estructural. Ahora bien, el modelo de crecimiento que estaba en vigor antes de
la crisis era el blanco principal de las críticas de los movimientos
ambientalistas y ecologistas, precisamente, por ser insostenible y producir
cambios climáticos que, según los datos la ONU, serían irreversibles a muy
corto plazo, según algunos, a partir de 2015. Esta rápida desaparición de la
narrativa ecologista muestra que el capitalismo tiene prioridad no sólo sobre
la democracia, sino también sobre la ecología y el ambientalismo.
Pero hoy es evidente que, en el umbral
del siglo XXI, el desarrollo capitalista toca la capacidad límite del planeta
Tierra. En los últimos meses, varios records de riesgo climático fueron batidos
en Estados Unidos, la India, el Artico, y los fenómenos climáticos extremos se
repiten con cada vez mayor frecuencia y gravedad. Ahí están las sequías, las
inundaciones, la crisis alimentaria, la especulación con productos agrícolas,
la creciente escasez de agua potable, el desvío de terrenos destinados a la
agricultura para desarrollar agrocombustibles, la deforestación de bosques.
Paulatinamente, se va constatando que los factores de la crisis están cada vez
más articulados y son, al final, manifestaciones de la misma crisis, que por
sus dimensiones se presenta como crisis civilizatoria. Todo está vinculado: la
crisis alimentaria, la crisis ambiental, la crisis energética, la especulación
financiera sobre los commodities y los recursos naturales, la apropiación y la
concentración de tierras, la expansión desordenada de la frontera agrícola, la
voracidad de la explotación de los recursos naturales, la escasez de agua
potable y la privatización del agua, la violencia en el campo, la expulsión de
poblaciones de sus tierras ancestrales para abrir camino a grandes
infraestructuras y megaproyectos, las enfermedades inducidas por un
medioambiente degradado, dramáticamente evidentes en la mayor incidencia del
cáncer en ciertas zonas rurales, los organismos genéticamente modificados, los
consumos de agrotóxicos, etcétera. La Conferencia de Naciones Unidas sobre
Desarrollo Sostenible realizada en junio de 2012, Río+20, fue un rotundo
fracaso por la complicidad mal disfrazada entre las élites del Norte global y
las de los países emergentes para dar prioridad al lucro de sus empresas a
costa del futuro de la humanidad.
En varios países de América latina, la
valorización internacional de los recursos financieros permitió una negociación
de nuevo tipo entre democracia y capitalismo. El fin (aparente) de la fatalidad
del intercambio desigual (las materias primas siempre menos valoradas que los
productos manufacturados), que encadenaba a los países de la periferia del
sistema mundial al desarrollo dependiente, permitió que las fuerzas
progresistas, antes vistas como “enemigas del desarrollo”, se liberasen de ese
fardo histórico, transformando el boom en una ocasión única para realizar
políticas sociales y de redistribución de la renta. Las oligarquías y, en
algunos países, sectores avanzados de la burguesía industrial y financiera
altamente internacionalizados, perdieron buena parte del poder político
gubernamental, pero a cambio vieron incrementado su poder económico. Los países
cambiaron sociológica y políticamente, hasta el punto de que algunos analistas
vieron la emergencia de un nuevo régimen de acumulación, más nacionalista y
estatista, el neodesarrollismo, sobre la base del neoextractivismo.
Sea como fuere, este neoextractivismo
se basa en la explotación intensiva de los recursos naturales y, por lo tanto,
plantea el problema de los límites ecológicos (para no hablar de los límites
sociales y políticos) de esta nueva (vieja) fase del capitalismo. Esto es tanto
más preocupante en cuanto este modelo de “desarrollo” es flexible en la
distribución social, pero rígido en su estructura de acumulación. Las
locomotoras de la minería, del petróleo, del gas natural, de la frontera
agrícola son cada vez más potentes y todo lo que se interponga en su camino y obstruya
su trayecto tiende a ser arrasado como obstáculo al desarrollo. Su poder
político crece más que su poder económico, la redistribución social de la renta
les confiere una legitimidad política que el anterior modelo de desarrollo
nunca tuvo, o sólo tuvo en condiciones de dictadura.
Por su atractivo, estas locomotoras son
eximias para transformar las señales cada vez más perturbadoras de la inmensa
deuda ambiental y social que generan en un costo inevitable del “progreso”. Por
otro lado, privilegian una temporalidad que es afín a la de los gobiernos: el
boom de los recursos naturales no va a durar para siempre y, por eso, hay que
aprovecharlo al máximo en el más corto plazo. El brillo del corto plazo oculta
las sombras del largo plazo. En tanto el boom configura un juego de suma
positiva, quien se interpone en su camino es visto como un ecologista infantil,
un campesino improductivo o un indígena atrasado, y muchas veces es sospechado
de integrar “poblaciones fácilmente manipulables por Organizaciones No
Gubernamentales al servicio de quién sabe quién”.
En estas condiciones se vuelve difícil
poner en acción principios de precaución o lógicas de largo plazo. ¿Qué pasará
cuando el boom de los recursos naturales termine? ¿Y cuando sea evidente que la
inversión de los recursos naturales no fue debidamente compensada por la
inversión en recursos humanos? ¿Cuando no haya dinero para generosas políticas
compensatorias y el empobrecimiento súbito cree un resentimiento difícil de
manejar en democracia? ¿Cuando los niveles de enfermedades ambientales sean
inaceptables y sobrecarguen los sistemas públicos de salud hasta volverlos
insostenibles? ¿Cuando la contaminación de las aguas, el empobrecimiento de las
tierras y la destrucción de los bosques sean irreversibles? ¿Cuando las
poblaciones indígenas, ribereñas y de los quilombos (afrobrasileños) que fueron
expulsadas de sus tierras cometan suicidios colectivos o deambulen por las
periferias urbanas reclamando un derecho a la ciudad que siempre les será
negado? Estas preguntas son consideradas por la ideología económica y política
dominante como escenarios distópicos, exagerados o irrelevantes, fruto de un
pensamiento crítico entrenado para dar malos augurios. En suma, un pensamiento
muy poco convincente y de ningún atractivo para los grandes medios de
comunicación.
En este contexto, sólo es posible
perturbar el automatismo político y económico de este modelo mediante la acción
de movimientos y organizaciones sociales con el suficiente coraje para dar a
conocer el lado destructivo sistemáticamente ocultado del modelo, dramatizar su
negatividad y forzar la entrada de esta denuncia en la agenda política. La
articulación entre los diferentes factores de la crisis deberá llevar
urgentemente a la articulación entre los movimientos sociales que luchan contra
ellos. Se trata de un proceso lento en el que el peso de la historia de cada
movimiento cuenta más de lo que debería, pero ya son visibles articulaciones
entre las luchas por los derechos humanos, la soberanía alimentaria, contra los
agrotóxicos, contra los transgénicos, contra la impunidad de la violencia en el
campo, contra la especulación financiera con productos alimentarios, por la
reforma agraria, los derechos de la naturaleza, los derechos ambientales, los
derechos indígenas y de los quilombos, el derecho a la ciudad, el derecho a la
salud, la economía solidaria, la agroecología, el gravamen de las transacciones
financieras internacionales, la educación popular, la salud colectiva, la
regulación de los mercados financieros, etc.
Tal como ocurre con la democracia, sólo
una conciencia y una acción ecológica vigorosas, anticapitalistas, pueden
enfrentar con éxito la vorágine del capitalismo extractivista. Al “ecologismo
de los ricos” es preciso contraponerle el “ecologismo de los pobres”, basado en
una economía política no dominada por el fetichismo del crecimiento infinito y
del consumismo individualista, sino en las ideas de reciprocidad, solidaridad y
complementariedad vigentes tanto en las relaciones entre los seres humanos como
en las relaciones entre los humanos y la naturaleza.
* Director del Centro de Estudios
Sociales de la Universidad de Coimbra, Portugal.
El texto corresponde a la “Undécima
carta a las izquierdas” del autor.
Traducción: Javier Lorca.
Publicado en Página 12
“LA EXPANSIÓN CAPITALISTA SOBRE LA TIERRA EN TODAS LAS DIRECCIONES” APORTES DEL MARXISMO ECOLÓGICO - Damiano Tagliavini e Ignacio Sabbatella
INTRODUCCIÓN
Tradicionalmente
el marxismo se enfocó en la contradicción capital-trabajo y no
atendió a la relación capital-naturaleza más que fragmentaria y
aisladamente. Sin embargo, la acelerada expansión de la formación
social capitalista a escala planetaria en las últimas décadas
intensifica y renueva los procesos de apropiación privada y
mercantilización de la naturaleza que Marx ubicara en una etapa
originaria del capitalismo. Aún así, Marx intuyó el proceso por el
cual el capitalismo avanza en “la exploración de la Tierra en
todas las direcciones” con el objeto de reproducirse cuantitativa y
cualitativamente. El pleno desenvolvimiento de este proceso en el
presente hace necesario retomar algunos de sus conceptos y nutrir al
marxismo con una perspectiva ecológica que habilite la incorporación
de nuevas herramientas teóricas.
Desde
algunas vertientes ecologistas se suele rechazar o desconocer los
aportes teóricos que Marx
y Engels hicieran respecto a las consecuencias del desarrollo del
capitalismo sobre el mundo natural.
A
modo de ejemplo, podemos citar al economista ecológico José Luis
Naredo, quien afirma que “...si bien Marx y Engels se mostraron,
en ocasiones, preocupados por problemas ecológicos o
medioambientales, tales preocupaciones no tienen cabida en su visión
global de lo económico y sus formulaciones no aportan el aparato
teórico y conceptual que exigiría el análisis de tales problemas”
(Naredo, 1987: 174). Estas vertientes también suelen ignorar las
contribuciones de otros pensadores que se inscriben en una corriente
ecológica del marxismo.
En
un artículo anterior (Sabbatella y Tagliavini, 2011) revisamos
críticamente los aspectos centrales de la obra de Marx y Engels con
el objetivo de rastrear sus posiciones en relación a la naturaleza,
repasamos las críticas más relevantes hacia el marxismo por parte
de los economistas ecológicos y culminamos con una rápida mención
de autores y conceptos que han aportado al desarrollo de un marxismo
ecológico. A modo de conclusión, descartamos la posibilidad de
encontrar todas las respuestas a las problemáticas medioambientales
en Marx y destacamos que era necesario reconsiderar y reformular sus
categorías en función de contribuir menos a la conformación de un
“Marx verde” que a un Marxismo Ecológico. No pretendemos hacer
hablar a Marx sobre los aspectos cruciales de nuestra época -el
cambio climático o el agotamiento de recursos fósiles- sino
reapropiarnos de la crítica de la economía política para facilitar
la crítica de la economía-política-ecológica.
Si
nuestro objetivo general es contribuir a la sistematización de un
Marxismo Ecológico, el objetivo específico del presente trabajo es
ampliar y profundizar el estado del arte del mismo. Enumerar,
describir y clasificar las contribuciones del marxismo al
entendimiento de la relación capital-naturaleza. Antes de ello,
comenzaremos discutiendo los pasajes más relevantes o
controversiales de los escritos de los fundadores del marxismo en
términos de una perspectiva ecológica.
DISCUSIONES EN TORNO A LA OBRA DE MARX Y ENGELS
En
nuestro trabajo anterior, constatamos que el mundo natural es una
noción inicial en buena parte de los escritos de Marx, tanto en su
etapa juvenil como en su etapa madura, aunque luego se diluye o
fragmenta frente al desarrollo de la contradicción fundamental del
modo de producción capitalista entre capital y trabajo. Por otra
parte, en lo que se refiere a sus aspectos más productivistas, en
algunos escritos aparece cierto optimismo en relación al desarrollo
de las fuerzas productivas y una desatención de los límites
naturales del mismo. Sin embargo, la degradación de la tierra
producto del mismo sistema capitalista había sido adelantada en
numerosos pasajes de su obra, aunque la misma no es suficientemente
esclarecedora de las consecuencias que traen aparejados el
agotamiento de otros bienes naturales y la contaminación ambiental.
Por
ello, una traducción automática de Marx a la ecología
contemporánea no alienta un conocimiento e investigación sobre los
nuevos problemas ecológicos. Creemos necesario rescatar sus
principales aportes y resignificarlos, al mismo tiempo que es preciso
marcar sus propias limitaciones y debilidades.
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