PARA MODERAR LA AMBICIÓN que parece pretender este texto, prefiero darle explícitamente el carácter de apuntes; solamente unos esbozos muy generales, que ojalá sean capaces de indicar un camino posible para viajeros interesados en transitar un territorio lleno de escollos, algunos edificios derrumbados, algunos profetas aún predicando en el desierto. Y, sobre todo, laberintos, espejos deformantes y espectros. Se trata solamente de esbozar un “mapa cognitivo” (Jameson, 1996: 76-79) que pueda servir como materia prima para localizar una discusión esclarecedora.
En la famosa novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, el protagonista llega al pueblo de Comala buscando a su padre, el poderoso hacendado del lugar. Hay una persecución de una herencia, que al mismo tiempo es una investigación sobre la propia identidad. Pero a medida que la historia se desarrolla, se descubre que Comala es una ciudad espectral, habitada por fantasmas. Me pareció que podía ser una metáfora o mímesis de lo que yo pensaba sobre el tema de este artículo, que, por otra parte, fue escrito en vísperas de una reunión de CLACSO en Guadalajara, tierra natal de Rulfo.
En primer lugar, quiero indicar algunas características relevantes que, me parece, constituirían puntos de partida verosímiles para una ecología política latinoamericana. Siguiendo a Derrida (1994), creemos que la vigencia de estas características no se ejerce puntualmente, en la forma de determinaciones, sino como una presencia espectral de lo ausente, constitutiva de los lazos sociales básicos y de los imaginarios, que no por inmaterial resulta menos concreta. Hasta el lector más distraído verá que también nos interrogamos sobre la propia identidad latinoamericana. Además, será evidente que desde este punto de vista, la perspectiva de una ecología política supone la construcción de una historia ambiental de la región.
A continuación, queremos indicar alguna aproximación posible, y que creemos legítima, de esa ecología política con la herencia de Marx. El tema ya ha sido transitado de forma competente por otros autores (Martínez Alier, 1995; Bensaïd, 1999), y sólo pretendemos insistir en una de sus dimensiones, justamente la que se refiere a las fantasmagorías. Y, por último, queremos indicar, a través de Alexander Herzen y de Nikolai Danielson, que la primera gran tradición heredera de Marx, la del socialismo ruso del siglo XIX, en la riqueza de sus preguntas sobre la identidad nacional y la condición periférica, es una fuente donde el pensamiento latinoamericano, y en especial la ecología política, pueden encontrar aún espejos empañados capaces de sugerir reflexiones contemporáneas.
La relación entre las tres partes que componen el trabajo no es directa, y posiblemente estas no formen un todo coherente. Bueno, justamente de eso se trata...
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