COPENHAGUE, 12 de abril de 2049 Michael Lowy

12 de abril de 2049. Era una agradable y fresca mañana de primavera, con una temperatura no por encima de 42º C a la sombra. La abuela Sarah, de 71 años, fue a dar un paseo por la orilla del mar con su nieto Stefan, de 10 años. Entablaron una conversación muy animada.
Stefan: Abuela, ¿es verdad lo que me dijo papá esta mañana, que frente a nosotros bajo el mar se encuentra una ciudad que se llamaba Copenhague?
Sarah: Sí, querido Stefan, fue una gran, hermosa y encantadora ciudad, llena de palacios, iglesias, torres, teatros y universidades. Vivíamos allí, con nuestros amigos y la familia, antes de la Catástrofe.
Stefan: ¿Qué pasó?
Sarah: ¿No te lo han enseñado en la escuela? Los gases de efecto invernadero emitidos por las energías fósiles –carbón, petróleo– produjeron un aumento de la temperatura y miles de millones de toneladas de hielo del Polo Sur y Groenlandia se derritieron. El proceso comenzó lentamente, pero al cabo de unos años se hizo repentino. Enormes bloques de hielo cayeron al mar y el nivel de los océanos se incrementó en varios metros.
Stefan: Ya veo... ¿Ocurrió solamente aquí, en Dinamarca? Sarah: Oh no, hijo mío. Sucedió en todo el mundo. Muchas otras ciudades maravillosas, como Venecia, Amsterdam, Londres, Nueva York, Río de Janeiro, Dacca, Hong Kong se encuentran ahora bajo el mar...
Stefan: ¿Ya nunca veré Copenhague y estas otras ciudades?
Sarah: Me temo que no, Stefan. Algunos climatólogos dicen que dentro de unos pocos miles de años, cuando el clima vuelva a cambiar de nuevo, el mar puede retroceder, revelando las ruinas de las espléndidas ciudades. Pero no estaremos allí para verlo.
Stefan: Pero, abuela, nadie previó la catástrofe?
Sarah: ¡Muchas personas! Algunos científicos, como James Hansen, el climatólogo de la NASA, predijo con bastante precisión, hace 40 años, lo que sucedería de no cambiar y seguir “haciendo las cosas como siempre". Otros científicos también predijeron lo que ha ocurrido en el sur de Europa: en lugar de las verdes tierras del sur de Italia, Francia y España, ahora tenemos el llamado Desierto del Sáhara del Sur de Europa.
Stefan: Dime abuela ¿la catástrofe era inevitable?
Sarah: La verdad es que no, hijo. Hace algunas décadas todavía era posible evitarlo, si se hubieran hecho cambios radicales.
Stefan: ¿Por qué los gobiernos no hicieron algo?
Sarah: La mayoría de ellos servían a los intereses de las clases dominantes, que se negaron a considerar cualquier cambio que amenazara su sistema económico –la economía de mercado capitalista– sus privilegios y su forma de vida. Eran una especie de "oligarquía fósil " que se aferraba obstinadamente al petróleo y al carbón y consideraba "poco realista" cualquier propuesta de sustituirlas por alternativas renovables (como la energía solar) o una amenaza para la "competitividad" de sus empresas. Lo mismo pasaba con la industria del automóvil y el transporte de mercancías por camiones, etc.
Stefan: ¿Cómo se puede estar tan ciego?
Sarah: Mira, en 2009, cuando todavía existía la ciudad de Copenhague, los gobernantes del mundo se reunieron aquí en una Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático. Hicieron hermosos discursos, pero no llegaron a conclusiones significativas sobre qué hacer en los años siguientes. Algunos países industriales ricos anunciaron que reducirían a la mitad sus emisiones de gases de efecto invernadero para el año… ¡2050! Y no encontraron nada mejor, mientras tanto, que establecer un "sistema de comercio de derechos de emisión" por el que los grandes contaminadores compraron el derecho a seguir contaminando.
Stefan: ¿Y nadie protestó?
Sara: ¡Por supuesto que hubo protestas! Masas de gente enojada vino a Copenhague desde toda Europa y también de países lejanos para expresar su protesta y exigir medidas inmediatas y radicales, tales como la reducción de las emisiones en un 40% para 2020 (¡deberían haber pedido el 80%!). Entre las personas que apoyan estas medidas, había algunas –yo era una de ellas– que se llamaban a sí mismas ecosocialistas.
Stefan: ¿Qué proponíais?
Sarah: Argumentábamos que era necesario un cambio social radical, tomando los medios de producción de las manos de la oligarquía capitalista para dárselos a las personas; pedíamos un nuevo modo de civilización, un nuevo modelo de producción –usando la energía solar– y de consumo, promoviendo la supresión de la inútil publicidad basura. En vez de un "crecimiento" ilimitado, basado en la acumulación ilimitada de beneficios y capital, proponíamos la planificación democrática de la producción, de acuerdo con las necesidades sociales y la protección del medio ambiente.
Stefan: ¡Eso me parece razonable! Pero, ¿cuál fue la respuesta de las autoridades?
Sarah: Bueno, nosotros y todos los demás jóvenes manifestantes fuimos recibidos por la policía con gases lacrimógenos.
Stefan:¿Le atacaron abuela?
Sarah: ¡Ah sí! Fui golpeada por un policía con una porra de goma, que casi me cortó la oreja izquierda. Mira, todavía tengo una marca aquí, bajo mi pelo...


Este documento fue preparado, gracias a la máquina del tiempo de H.G.Wells, por la Red Internacional Ecosocialista www.ecosocialistnetwork.org El texto ha sido escrito por Michael Lowy, con la ayuda de Klaus Engert, Danièle Follet, Joel Kovel, Joaquín Nieto y Ariel Salleh

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