Monthly Review Volumen 61, número 10 Marzo de 2010
Traducción al español: Observatorio Petrolero Sur
Ha llegado el momento de que aquellos preocupados por el destino de la Tierra enfrenten los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social. La incapacidad de arribar a un acuerdo sobre el clima global en Copenhague en diciembre de 2009 no fue únicamente una simple abdicación de liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tuvo raíces más profundas en la inhabilidad del sistema capitalista para lidiar con la creciente amenaza a la vida en el planeta. El conocimiento de la naturaleza y los límites del capitalismo, y los medios para trascenderlo, tienen entonces importancia vital. En palabras de Fidel Castro en diciembre de 2009: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana sobrevivirá”.[1]
I. La crisis ecológica planetaria
Existe abundante evidencia de que los humanos han causado daño ambiental durante milenios. Problemas por deforestación, erosión de suelos, y salinización de suelos irrigados se remontan a la antigüedad. Platón escribió en Critias:
Nuestra tierra ha venido a ser, en comparación con la que fuera entonces, como el esqueleto de un cuerpo descarnado por la enfermedad. Las partes grasas y blandas de la tierra se han ido en todo el derredor, y no queda más que el espinazo desnudo de la región. Pero, en aquellos tiempos, cuando estaba aún intacta, tenía como montañas, elevadas ondulaciones de tierra; las llanuras que hoy día se llaman campos de Feleo, estaban cubiertas de glebas grasísimas; sobre las montañas había extensos bosques, de los que aún quedan actualmente huellas visibles. Pues, entre estas montañas que no pueden alimentar ya más que las abejas, las hay sobre las que se cortaban, no hace aún mucho tiempo, grandes árboles, aptos para levantar las mayores construcciones, cuyos revestimientos aún existen. Había también multitud de altos árboles cultivados, y la tierra brindaba a los rebaños unos pastos inagotables. El agua fecundante de Zeus que caía cada año sobre ella, no corría en vano, como actualmente para irse a perder en el mar desde la tierra estéril: la tierra tenía agua en sus entrañas, y recibía del cielo una cantidad que ella había hecho impermeables; y ella conducía también y desviaba por sus anfractuosidades el agua que caía de los lugares elevados. De esta manera, por todas partes se veían rielar las generosas corrientes de las fuentes y los ríos. Respecto de todos estos hechos, los santuarios que en nuestros días aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, son un testimonio fehaciente de que esto que acabamos de contar es verídico.[2]
Lo que es diferente en nuestra era actual es que existen muchos más de nosotros habitando la Tierra, que tenemos tecnologías que pueden ocasionar daños mucho peores y hacerlos más rápido, y que tenemos un sistema económico que no conoce límites. El daño que se está haciendo se encuentra tan extendido que éste no sólo degrada ecologías locales y regionales, sino que también afecta el medio ambiente planetario.
Existen muchas sólidas razones para que, junto a muchas otras personas, nos preocupemos sobre la vigente y rápida degradación del medio ambiente de la Tierra. El calentamiento global, ocasionado por el aumento inducido de gases de efecto invernadero (CO2, metano, N2O, etc.), se encuentra en proceso de desestabilizar el clima mundial –con horrendos efectos para la mayoría de las especies en el planeta y la humanidad misma con cada vez más seguridad. Cada década es más cálida que la anterior, con 2009 alcanzando el nivel del segundo año más cálido (2005 se encuentra primero) en los 130 años de registros instrumentales de la temperatura a nivel mundial.[3] El cambio climático no ocurre de forma gradual, linear, sino que es no-linear, con todo tipo de retroalimentaciones que lo amplifican y puntos de no retorno. Existen claros indicios de los problemas que nos deparará el futuro. Éstos incluyen:
- Derretimiento del hielo del Océano Ártico durante el verano, que reduce el reflejo de la luz solar al reemplazar el hielo blanco por el océano oscuro, y por lo tanto, aumentando el calentamiento global. Satélites muestran que el remanente del hielo ártico durante el verano se redujo en un 40 por ciento en 2007 respecto de fines de la década de 1970, cuando comenzaron las mediciones precisas.[4]
- La eventual desintegración de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el calentamiento global, ocasiona aumentos en los niveles de los océanos. Inclusive un aumento del nivel del mar de entre 1-2 metros podría ser desastroso para cientos de millones de personas habitando países que se encuentran a nivel del mar como Bangladesh y Vietnam, y varios estados insulares. Un aumento del nivel del mar a una tasa de unos pocos metros por centuria no es inusual en el registro paleoclimático, y por lo tanto debe considerarse posible, dadas las actuales tendencias de calentamiento global. Actualmente, más de 400 millones de personas viven dentro de los cinco metros sobre el nivel el mar, y más de mil millones dentro de los veinticinco metros.[5]
- La veloz disminución de los glaciares de montaña a nivel mundial, muchos de los cuales –de continuar las actuales emisiones de gases de efecto invernadero- podrían encontrarse prácticamente (o totalmente) desaparecidos en la presente centuria. Estudios han demostrado que un 90 por ciento de los glaciares de montaña a nivel mundial ya se encuentran en franco repliegue debido al calentamiento global. Los glaciares del Himalaya proveen de agua a países con miles de millones de habitantes en Asia durante la temporada seca. Su reducción ocasionará inundaciones y agudizará la escasez de agua. El derretimiento de los glaciares de los Andes está contribuyendo a inundaciones en esa región. Pero el problema más inmediato, vigente y de largo plazo, asociado con la desaparición de los glaciares –visible hoy en día en Bolivia y Perú- es el de la falta de agua.[6]
- Devastadoras sequías, expandiéndose posiblemente a un 70 por ciento de las tierras dentro de las próximas décadas de continuar la situación actual; ya se ha tornado evidente en el norte de India, noreste de África y Australia.[7]
- Mayores niveles de CO2 en la atmósfera pueden incrementar la producción de algunos tipos de cultivos, pero éstos podrían verse dañados en años futuros por una desestabilización que ocasione condiciones climáticas secas o muy húmedas. Ya se han constatado pérdidas en campos de arroz en el Sureste Asiático, atribuidos a mayores temperaturas durante la noche que ocasionan disminuciones en el incremento de la respiración nocturna de la planta. Esto implica una mayor pérdida de lo producido por fotosíntesis durante el día.[8]
- Cambios rápidos en el clima de ciertas regiones ocasionan la extinción de especies que no pueden migrar o adaptarse, conduciendo a un colapso de todo el ecosistema que depende de las mismas, y la muerte de más especies. (Ver debajo para más detalles de la extinción de especies).[9]
- Relacionado al calentamiento global, la acidificación del océano producto de un aumento en la absorción de carbono amenaza con el colapso de ecosistemas marinos. Recientes indicios sugieren que una acidificación del océano puede, eventualmente, reducir la eficiencia del océano en la absorción de carbono. Esto significa una potencial y más veloz acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, y una aceleración del calentamiento global.[10]
Si bien el cambio climático y sus consecuencias, junto con el “hermano malvado” de la acidificación del océano (también ocasionado por las emisiones de carbono), se presentan por lejos como las mayores amenazas a la vida en la Tierra, incluyendo la de los humanos, también existen otros severos problemas medioambientales. Éstos incluyen la contaminación de aire y agua con desechos industriales. Algunos de los mismos (el metal de mercurio, por ejemplo) se amontonan y ascienden con el humo para luego caer y contaminar suelo y agua, mientras que otros provenientes de depósitos de desechos se filtran en cursos de agua. Muchos peces de océano y agua dulce se encuentran contaminados con mercurio y con numerosos químicos industriales orgánicos. Los océanos contienen grandes “islas” de desechos –“bombillos de luz, tapas de botellas, cepillos de dientes, palitos de chupetines y pequeños pedazos de plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, habitan la mancha de basura del Pacífico, un área muy extendida de basura que duplica su tamaño cada década y actualmente se estima del doble del tamaño de Texas”.[11]
En Estados Unidos, el agua potable que beben millones de habitantes se encuentra contaminada con pesticidas como atrazine, así como también con nitratos y otros contaminantes de la agricultura industrial. Los bosques tropicales, las áreas con mayor biodiversidad terrestre, se están destruyendo velozmente. La tierra se está convirtiendo en plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático, con el propósito de exportar el aceite como insumo para la elaboración de biodiesel. En Sudamérica, las selvas tropicales son usualmente convertidas en amplias pasturas y luego utilizadas para cultivos de exportación como el poroto de soja. Esta deforestación está causando alrededor del 25 por ciento de las emisiones de CO2[12] inducidas por los seres humanos. La degradación de los suelos por erosión, el sobrepastoreo, y la falta de retorno de materiales orgánicos amenaza la productividad de grandes áreas de tierra dedicadas a la agricultura a nivel mundial.
Todos estamos contaminados con una variedad de químicos. Recientes exámenes sobre veinte médicos y enfermeras testeados por sesenta y dos químicos en sangre y orina –la mayoría químicos orgánicos como retardantes de ignición y plastificantes- encontraron que cada participante tenía al menos 24 químicos individuales en su cuerpo, y dos participantes tenían un máximo de 39 químicos […] todos los participantes tenían bisphenol A [utilizado para hacer policarbonatos plásticos rígidos usados en las botellas refrigeradoras de agua, botellas para bebés, forros de la gran mayoría de los envases metálicos de comida –y presente en los alimentos contenidos en esos recipientes, electrodomésticos de cocina, etc.], y algunas formas de ftalato [presentes en muchos productos como fijadores de cabello, cosméticos, productos plásticos, y barnices] PBDE [éter de difenil polibrominado utilizado como retardante de ignición en computadoras, muebles, colchones y equipos médicos] y PFCs [componentes perfluorinados utilizados en ollas antiadherentes, capas protectoras para alfombras, papel, etc.][13].
Si bien los médicos y las enfermeras se encuentran rutinariamente expuestos a grandes cantidades de químicos en relación al común de la gente, todos estamos expuestos a esos y otros químicos que no forman parte de nuestros organismos, y cuya mayor parte tiene efectos negativos sobre la salud. De los 84.000 químicos de uso comercial en Estados Unidos, no tenemos ni idea de la composición y potencial capacidad de daño de un 20 por ciento (cerca de 20.000) –su composición cae dentro de la categoría “secreto comercial” y se oculta legalmente.[14]
Especies están desapareciendo a una tasa acelerada al destruirse sus hábitats, no sólo por causa del calentamiento global sino también por acción directa de los seres humanos. Un reciente estudio estimó que más de 17.000 especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. “Más de uno de cada cinco de todos los mamíferos conocidos, más de la cuarta parte de los reptiles y el 70 por ciento de las plantas están en riesgo, de acuerdo al estudio que comprendió más de 2.800 especies nuevas comparado con 2008. ‘Esos resultados son simplemente la punta del iceberg’, sostuvo Craig Hilton-Taylor, quien lleva adelante la lista. Él afirmó que muchas más especies que todavía deben ser evaluadas podrían estar bajo seria amenaza”[15]. Al desaparecer las especies, los ecosistemas que dependen de una multitud de especies para funcionar comienzan a degradarse. Una de las muchas consecuencias de los ecosistemas degradados con menor cantidad de especies parece ser una mayor transmisión de enfermedades infecciosas.[16]
Está fuera de debate que la ecología de la tierra –y los mismísimos sistemas vitales de los que dependen los humanos así como otras especies- está bajo un sostenido y severo ataque debido a las actividades humanas. También está claro que de continuar en el mismo camino los efectos serán devastadores. Como declaró James Hansen, director del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA: “el planeta Tierra, creación, el mundo en el que cada civilización se desarrolló, los patrones climáticos y estables franjas costeras que conocemos, está en inminente peligro […] la alarmante conclusión es que la continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra amenaza no sólo a las otras millones de especies en el planeta sino también la propia supervivencia de la humanidad –y el tiempo es mucho menos del que pensamos”.[17] Además, el problema no comienza y termina con los combustibles fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el medio ambiente.
Uno de los últimos y más importantes desarrollos de la ciencia ecológica es el concepto de “límites planetarios”, de los cuales se han establecido nueve límites/umbrales críticos para el sistema de la tierra relacionados con: (1) cambio climático; (2) acidificación de los océanos; (3) agotamiento del ozono de la estratósfera; (4) el límite de la circulación biogeoquímica (el ciclo del nitrógeno y los ciclos del fósforo); (5) la utilización de agua dulce global; (6) cambio en la utilización del suelo; (7) pérdida de biodiversidad; (8) carga atmosférica con aerosoles; y (9) contaminación química. Cada uno de esos está considerado esencial para mantener el relativamente benigno clima y las condiciones medioambientales que han existido en los últimos 20.000 años (la era del Holoceno). Los límites sustentables en tres de esos sistemas –cambio climático, biodiversidad, y la interferencia humana en el ciclo del nitrógeno- ya se habrían cruzado.[18]
Traducción al español: Observatorio Petrolero Sur
Ha llegado el momento de que aquellos preocupados por el destino de la Tierra enfrenten los hechos: no sólo la grave realidad del cambio climático sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social. La incapacidad de arribar a un acuerdo sobre el clima global en Copenhague en diciembre de 2009 no fue únicamente una simple abdicación de liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tuvo raíces más profundas en la inhabilidad del sistema capitalista para lidiar con la creciente amenaza a la vida en el planeta. El conocimiento de la naturaleza y los límites del capitalismo, y los medios para trascenderlo, tienen entonces importancia vital. En palabras de Fidel Castro en diciembre de 2009: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana sobrevivirá”.[1]
I. La crisis ecológica planetaria
Existe abundante evidencia de que los humanos han causado daño ambiental durante milenios. Problemas por deforestación, erosión de suelos, y salinización de suelos irrigados se remontan a la antigüedad. Platón escribió en Critias:
Nuestra tierra ha venido a ser, en comparación con la que fuera entonces, como el esqueleto de un cuerpo descarnado por la enfermedad. Las partes grasas y blandas de la tierra se han ido en todo el derredor, y no queda más que el espinazo desnudo de la región. Pero, en aquellos tiempos, cuando estaba aún intacta, tenía como montañas, elevadas ondulaciones de tierra; las llanuras que hoy día se llaman campos de Feleo, estaban cubiertas de glebas grasísimas; sobre las montañas había extensos bosques, de los que aún quedan actualmente huellas visibles. Pues, entre estas montañas que no pueden alimentar ya más que las abejas, las hay sobre las que se cortaban, no hace aún mucho tiempo, grandes árboles, aptos para levantar las mayores construcciones, cuyos revestimientos aún existen. Había también multitud de altos árboles cultivados, y la tierra brindaba a los rebaños unos pastos inagotables. El agua fecundante de Zeus que caía cada año sobre ella, no corría en vano, como actualmente para irse a perder en el mar desde la tierra estéril: la tierra tenía agua en sus entrañas, y recibía del cielo una cantidad que ella había hecho impermeables; y ella conducía también y desviaba por sus anfractuosidades el agua que caía de los lugares elevados. De esta manera, por todas partes se veían rielar las generosas corrientes de las fuentes y los ríos. Respecto de todos estos hechos, los santuarios que en nuestros días aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, son un testimonio fehaciente de que esto que acabamos de contar es verídico.[2]
Lo que es diferente en nuestra era actual es que existen muchos más de nosotros habitando la Tierra, que tenemos tecnologías que pueden ocasionar daños mucho peores y hacerlos más rápido, y que tenemos un sistema económico que no conoce límites. El daño que se está haciendo se encuentra tan extendido que éste no sólo degrada ecologías locales y regionales, sino que también afecta el medio ambiente planetario.
Existen muchas sólidas razones para que, junto a muchas otras personas, nos preocupemos sobre la vigente y rápida degradación del medio ambiente de la Tierra. El calentamiento global, ocasionado por el aumento inducido de gases de efecto invernadero (CO2, metano, N2O, etc.), se encuentra en proceso de desestabilizar el clima mundial –con horrendos efectos para la mayoría de las especies en el planeta y la humanidad misma con cada vez más seguridad. Cada década es más cálida que la anterior, con 2009 alcanzando el nivel del segundo año más cálido (2005 se encuentra primero) en los 130 años de registros instrumentales de la temperatura a nivel mundial.[3] El cambio climático no ocurre de forma gradual, linear, sino que es no-linear, con todo tipo de retroalimentaciones que lo amplifican y puntos de no retorno. Existen claros indicios de los problemas que nos deparará el futuro. Éstos incluyen:
- Derretimiento del hielo del Océano Ártico durante el verano, que reduce el reflejo de la luz solar al reemplazar el hielo blanco por el océano oscuro, y por lo tanto, aumentando el calentamiento global. Satélites muestran que el remanente del hielo ártico durante el verano se redujo en un 40 por ciento en 2007 respecto de fines de la década de 1970, cuando comenzaron las mediciones precisas.[4]
- La eventual desintegración de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el calentamiento global, ocasiona aumentos en los niveles de los océanos. Inclusive un aumento del nivel del mar de entre 1-2 metros podría ser desastroso para cientos de millones de personas habitando países que se encuentran a nivel del mar como Bangladesh y Vietnam, y varios estados insulares. Un aumento del nivel del mar a una tasa de unos pocos metros por centuria no es inusual en el registro paleoclimático, y por lo tanto debe considerarse posible, dadas las actuales tendencias de calentamiento global. Actualmente, más de 400 millones de personas viven dentro de los cinco metros sobre el nivel el mar, y más de mil millones dentro de los veinticinco metros.[5]
- La veloz disminución de los glaciares de montaña a nivel mundial, muchos de los cuales –de continuar las actuales emisiones de gases de efecto invernadero- podrían encontrarse prácticamente (o totalmente) desaparecidos en la presente centuria. Estudios han demostrado que un 90 por ciento de los glaciares de montaña a nivel mundial ya se encuentran en franco repliegue debido al calentamiento global. Los glaciares del Himalaya proveen de agua a países con miles de millones de habitantes en Asia durante la temporada seca. Su reducción ocasionará inundaciones y agudizará la escasez de agua. El derretimiento de los glaciares de los Andes está contribuyendo a inundaciones en esa región. Pero el problema más inmediato, vigente y de largo plazo, asociado con la desaparición de los glaciares –visible hoy en día en Bolivia y Perú- es el de la falta de agua.[6]
- Devastadoras sequías, expandiéndose posiblemente a un 70 por ciento de las tierras dentro de las próximas décadas de continuar la situación actual; ya se ha tornado evidente en el norte de India, noreste de África y Australia.[7]
- Mayores niveles de CO2 en la atmósfera pueden incrementar la producción de algunos tipos de cultivos, pero éstos podrían verse dañados en años futuros por una desestabilización que ocasione condiciones climáticas secas o muy húmedas. Ya se han constatado pérdidas en campos de arroz en el Sureste Asiático, atribuidos a mayores temperaturas durante la noche que ocasionan disminuciones en el incremento de la respiración nocturna de la planta. Esto implica una mayor pérdida de lo producido por fotosíntesis durante el día.[8]
- Cambios rápidos en el clima de ciertas regiones ocasionan la extinción de especies que no pueden migrar o adaptarse, conduciendo a un colapso de todo el ecosistema que depende de las mismas, y la muerte de más especies. (Ver debajo para más detalles de la extinción de especies).[9]
- Relacionado al calentamiento global, la acidificación del océano producto de un aumento en la absorción de carbono amenaza con el colapso de ecosistemas marinos. Recientes indicios sugieren que una acidificación del océano puede, eventualmente, reducir la eficiencia del océano en la absorción de carbono. Esto significa una potencial y más veloz acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera, y una aceleración del calentamiento global.[10]
Si bien el cambio climático y sus consecuencias, junto con el “hermano malvado” de la acidificación del océano (también ocasionado por las emisiones de carbono), se presentan por lejos como las mayores amenazas a la vida en la Tierra, incluyendo la de los humanos, también existen otros severos problemas medioambientales. Éstos incluyen la contaminación de aire y agua con desechos industriales. Algunos de los mismos (el metal de mercurio, por ejemplo) se amontonan y ascienden con el humo para luego caer y contaminar suelo y agua, mientras que otros provenientes de depósitos de desechos se filtran en cursos de agua. Muchos peces de océano y agua dulce se encuentran contaminados con mercurio y con numerosos químicos industriales orgánicos. Los océanos contienen grandes “islas” de desechos –“bombillos de luz, tapas de botellas, cepillos de dientes, palitos de chupetines y pequeños pedazos de plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, habitan la mancha de basura del Pacífico, un área muy extendida de basura que duplica su tamaño cada década y actualmente se estima del doble del tamaño de Texas”.[11]
En Estados Unidos, el agua potable que beben millones de habitantes se encuentra contaminada con pesticidas como atrazine, así como también con nitratos y otros contaminantes de la agricultura industrial. Los bosques tropicales, las áreas con mayor biodiversidad terrestre, se están destruyendo velozmente. La tierra se está convirtiendo en plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático, con el propósito de exportar el aceite como insumo para la elaboración de biodiesel. En Sudamérica, las selvas tropicales son usualmente convertidas en amplias pasturas y luego utilizadas para cultivos de exportación como el poroto de soja. Esta deforestación está causando alrededor del 25 por ciento de las emisiones de CO2[12] inducidas por los seres humanos. La degradación de los suelos por erosión, el sobrepastoreo, y la falta de retorno de materiales orgánicos amenaza la productividad de grandes áreas de tierra dedicadas a la agricultura a nivel mundial.
Todos estamos contaminados con una variedad de químicos. Recientes exámenes sobre veinte médicos y enfermeras testeados por sesenta y dos químicos en sangre y orina –la mayoría químicos orgánicos como retardantes de ignición y plastificantes- encontraron que cada participante tenía al menos 24 químicos individuales en su cuerpo, y dos participantes tenían un máximo de 39 químicos […] todos los participantes tenían bisphenol A [utilizado para hacer policarbonatos plásticos rígidos usados en las botellas refrigeradoras de agua, botellas para bebés, forros de la gran mayoría de los envases metálicos de comida –y presente en los alimentos contenidos en esos recipientes, electrodomésticos de cocina, etc.], y algunas formas de ftalato [presentes en muchos productos como fijadores de cabello, cosméticos, productos plásticos, y barnices] PBDE [éter de difenil polibrominado utilizado como retardante de ignición en computadoras, muebles, colchones y equipos médicos] y PFCs [componentes perfluorinados utilizados en ollas antiadherentes, capas protectoras para alfombras, papel, etc.][13].
Si bien los médicos y las enfermeras se encuentran rutinariamente expuestos a grandes cantidades de químicos en relación al común de la gente, todos estamos expuestos a esos y otros químicos que no forman parte de nuestros organismos, y cuya mayor parte tiene efectos negativos sobre la salud. De los 84.000 químicos de uso comercial en Estados Unidos, no tenemos ni idea de la composición y potencial capacidad de daño de un 20 por ciento (cerca de 20.000) –su composición cae dentro de la categoría “secreto comercial” y se oculta legalmente.[14]
Especies están desapareciendo a una tasa acelerada al destruirse sus hábitats, no sólo por causa del calentamiento global sino también por acción directa de los seres humanos. Un reciente estudio estimó que más de 17.000 especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. “Más de uno de cada cinco de todos los mamíferos conocidos, más de la cuarta parte de los reptiles y el 70 por ciento de las plantas están en riesgo, de acuerdo al estudio que comprendió más de 2.800 especies nuevas comparado con 2008. ‘Esos resultados son simplemente la punta del iceberg’, sostuvo Craig Hilton-Taylor, quien lleva adelante la lista. Él afirmó que muchas más especies que todavía deben ser evaluadas podrían estar bajo seria amenaza”[15]. Al desaparecer las especies, los ecosistemas que dependen de una multitud de especies para funcionar comienzan a degradarse. Una de las muchas consecuencias de los ecosistemas degradados con menor cantidad de especies parece ser una mayor transmisión de enfermedades infecciosas.[16]
Está fuera de debate que la ecología de la tierra –y los mismísimos sistemas vitales de los que dependen los humanos así como otras especies- está bajo un sostenido y severo ataque debido a las actividades humanas. También está claro que de continuar en el mismo camino los efectos serán devastadores. Como declaró James Hansen, director del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA: “el planeta Tierra, creación, el mundo en el que cada civilización se desarrolló, los patrones climáticos y estables franjas costeras que conocemos, está en inminente peligro […] la alarmante conclusión es que la continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra amenaza no sólo a las otras millones de especies en el planeta sino también la propia supervivencia de la humanidad –y el tiempo es mucho menos del que pensamos”.[17] Además, el problema no comienza y termina con los combustibles fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el medio ambiente.
Uno de los últimos y más importantes desarrollos de la ciencia ecológica es el concepto de “límites planetarios”, de los cuales se han establecido nueve límites/umbrales críticos para el sistema de la tierra relacionados con: (1) cambio climático; (2) acidificación de los océanos; (3) agotamiento del ozono de la estratósfera; (4) el límite de la circulación biogeoquímica (el ciclo del nitrógeno y los ciclos del fósforo); (5) la utilización de agua dulce global; (6) cambio en la utilización del suelo; (7) pérdida de biodiversidad; (8) carga atmosférica con aerosoles; y (9) contaminación química. Cada uno de esos está considerado esencial para mantener el relativamente benigno clima y las condiciones medioambientales que han existido en los últimos 20.000 años (la era del Holoceno). Los límites sustentables en tres de esos sistemas –cambio climático, biodiversidad, y la interferencia humana en el ciclo del nitrógeno- ya se habrían cruzado.[18]
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