Publicado en la Revista Iconos, Flacso Ecuador, Nº 36, enero 2010
Resumen
El presente artículo pretende indagar la crisis ecológica como una crisis estructural del modo de producción y reproducción capitalista, al mismo tiempo que propone líneas de reflexión para entender el modo en el cual se conjuga con las crisis económicas. A tal fin, se esgrimen las categorías que brinda el marxismo en su vertiente ecológica, no sólo para entender el surgimiento de la crisis de sobreproducción sino también de la crisis de subproducción. Asimismo, se plantea la incorporación del concepto de subsunción real de la naturaleza al capital con el objetivo de caracterizar el proceso creciente de apropiación capitalista del entorno natural y a la creación de una segunda naturaleza. Por último, se sugiere como corolario de la crisis ecológica el aumento de la desigualdad ambiental y, por ende, el incremento de la conflictividad ambiental.
Crisis económica – crisis ecológica - subproducción - subsunción real de la naturaleza al capital – desigualdad ambiental – conflicto ambiental
1. Introducción
Recesión, desocupación, baja de salarios. Degradación ambiental y agotamiento de bienes naturales[1]. Crisis económica y crisis ecológica. Cómo nunca antes en la historia de la humanidad se han conjugado estos dos tipos de crisis. La crisis económica capitalista no es una novedad en sí misma en su continuado ciclo de expansión – contracción, aunque sí su magnitud. Lo que resulta verdaderamente novedoso desde hace unas décadas es la experimentación de una crisis ecológica que llegó para quedarse y que año tras año se profundiza. Sin embargo, sus causas no suelen ser atribuidas al funcionamiento del sistema capitalista.
Durante la primera mitad de 2008 la crisis ecológica se tradujo en la subida exponencial de los precios del petróleo y de los alimentos. La cotización internacional del barril del petróleo traspasó los 100 dólares y alcanzó un máximo histórico de 147 dólares en el mes de julio. En tanto que la denominada crisis alimentaria agravó la situación mundial del hambre. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que “en el primer semestre de 2008 los precios internacionales en dólares de los cereales habían alcanzado sus niveles más altos en casi 30 años (...) Los precios de los alimentos eran un 40 % superiores a los valores de 2007 y un 76 % respecto a los de 2006 (...) la escalada de los precios de los alimentos empujó a unos 115 millones de personas al hambre crónica durante 2007 y 2008, lo cual significa que hoy en día viven en el mundo mil millones de personas hambrientas (FAO, 2009: 6).
Con todo, lejos de cuestionar la lógica mercantil subyacente, las recomendaciones que brindó la Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial organizada por la FAO en Roma apuntaron al incremento de la productividad y de la producción. De modo que se instó a la comunidad internacional a que “intensifique la inversión en ciencia y tecnología para la alimentación y la agricultura” y “a continuar sus esfuerzos por liberalizar el comercio agrícola internacional reduciendo las barreras comerciales y las políticas que distorsionan los mercados” (FAO, 2008: 3). Mayor aplicación científica y tecnológica sobre la naturaleza y más mercado: las recetas propuestas no difieren de las causas de la enfermedad.
Al mismo tiempo, los efectos del cambio climático se hacen sentir con el aumento del calentamiento global, acompañado de fuertes sequías e inundaciones. Según la organización Global Humanitarian Forum para el año 2030 se espera que la vida de 660 millones de personas esté gravemente afectada, ya sea por desastres naturales causados por el cambio climático o por la degradación progresiva del medio ambiente (Global Humanitarian Forum, 2009: 12). A pesar de la creciente preocupación de las potencias mundiales por el cambio climático, no han hecho más que crear los derechos de emisión de CO2 a partir del Protocolo de Kyoto, generando una suerte de privatización de la atmósfera. En la actualidad el comercio de los créditos de carbono ascendió a 126.000 millones de dólares en 2008 y se espera que llegue a los 3,1 billones en 2020 (Friends of the Earth, 2009: 4).
Como si fuera poco, la crisis ecológica se evidencia también en el acelerado consumo de los bienes que provee la naturaleza. El informe Planeta Vivo de 2008 de la World Wide Fund For Nature (WWF) indica que en los últimos 35 años se ha perdido casi un tercio de la vida silvestre de nuestro planeta. Aún más impactante resulta el índice de huella ecológica, elaborado por la WWF, que mide la demanda de la población mundial sobre los recursos biológicos del planeta[2]. La demanda de la humanidad en 1961 era la mitad de la biocapacidad mundial, mientras que en 2005 la demanda excedía en casi un 30% esa capacidad. Es decir, que la huella ecológica aumentó más del doble en las últimas cuatro décadas y los pronósticos son menos alentadores ya que a mediados de la década de 2030 la demanda equivaldrá a la capacidad biológica de dos planetas Tierra (WWF, 2008: 2). La WWF atribuye los datos al crecimiento de la población mundial y de los niveles de consumo pero sólo explican una parte del problema y adopta una posición cercana al neo-malthusianismo.
La problemática ecológica envuelve aspectos económicos, sociales, culturales y políticos, de manera que requiere una visión totalizadora. Hoy, más que nunca, quedan expuestos los fundamentos del funcionamiento del modo de producción y reproducción capitalista como factores desencadenantes tanto de la crisis económica como de la crisis ecológica.
Para cuestionar estos fundamentos se hace necesario recuperar la crítica de las formas fetichizadas de la economía política que brindara la teoría marxista pero ahora enriquecida con los aportes del marxismo ecológico. No basta con el análisis de la relación capital – trabajo sino que se vuelve imprescindible incorporar una nueva mirada de la relación entre el hombre y la naturaleza y específicamente el modo en que el régimen capitalista de producción se apropia de su entorno natural.
Esta apropiación será entendida en términos de la subsunción real de la naturaleza al capital. Asimismo, evaluaremos de qué manera reaparece históricamente para el marxismo ecológico la crisis de subproducción unida a la crisis de sobreproducción característica del capitalismo. Por último, dejaremos algunas reflexiones en relación a las desigualdades ambientales y a los conflictos ambientales como consecuencias ineludibles de este sistema y sus crisis.
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Resumen
El presente artículo pretende indagar la crisis ecológica como una crisis estructural del modo de producción y reproducción capitalista, al mismo tiempo que propone líneas de reflexión para entender el modo en el cual se conjuga con las crisis económicas. A tal fin, se esgrimen las categorías que brinda el marxismo en su vertiente ecológica, no sólo para entender el surgimiento de la crisis de sobreproducción sino también de la crisis de subproducción. Asimismo, se plantea la incorporación del concepto de subsunción real de la naturaleza al capital con el objetivo de caracterizar el proceso creciente de apropiación capitalista del entorno natural y a la creación de una segunda naturaleza. Por último, se sugiere como corolario de la crisis ecológica el aumento de la desigualdad ambiental y, por ende, el incremento de la conflictividad ambiental.
Crisis económica – crisis ecológica - subproducción - subsunción real de la naturaleza al capital – desigualdad ambiental – conflicto ambiental
1. Introducción
Recesión, desocupación, baja de salarios. Degradación ambiental y agotamiento de bienes naturales[1]. Crisis económica y crisis ecológica. Cómo nunca antes en la historia de la humanidad se han conjugado estos dos tipos de crisis. La crisis económica capitalista no es una novedad en sí misma en su continuado ciclo de expansión – contracción, aunque sí su magnitud. Lo que resulta verdaderamente novedoso desde hace unas décadas es la experimentación de una crisis ecológica que llegó para quedarse y que año tras año se profundiza. Sin embargo, sus causas no suelen ser atribuidas al funcionamiento del sistema capitalista.
Durante la primera mitad de 2008 la crisis ecológica se tradujo en la subida exponencial de los precios del petróleo y de los alimentos. La cotización internacional del barril del petróleo traspasó los 100 dólares y alcanzó un máximo histórico de 147 dólares en el mes de julio. En tanto que la denominada crisis alimentaria agravó la situación mundial del hambre. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señala que “en el primer semestre de 2008 los precios internacionales en dólares de los cereales habían alcanzado sus niveles más altos en casi 30 años (...) Los precios de los alimentos eran un 40 % superiores a los valores de 2007 y un 76 % respecto a los de 2006 (...) la escalada de los precios de los alimentos empujó a unos 115 millones de personas al hambre crónica durante 2007 y 2008, lo cual significa que hoy en día viven en el mundo mil millones de personas hambrientas (FAO, 2009: 6).
Con todo, lejos de cuestionar la lógica mercantil subyacente, las recomendaciones que brindó la Conferencia de Alto Nivel sobre la Seguridad Alimentaria Mundial organizada por la FAO en Roma apuntaron al incremento de la productividad y de la producción. De modo que se instó a la comunidad internacional a que “intensifique la inversión en ciencia y tecnología para la alimentación y la agricultura” y “a continuar sus esfuerzos por liberalizar el comercio agrícola internacional reduciendo las barreras comerciales y las políticas que distorsionan los mercados” (FAO, 2008: 3). Mayor aplicación científica y tecnológica sobre la naturaleza y más mercado: las recetas propuestas no difieren de las causas de la enfermedad.
Al mismo tiempo, los efectos del cambio climático se hacen sentir con el aumento del calentamiento global, acompañado de fuertes sequías e inundaciones. Según la organización Global Humanitarian Forum para el año 2030 se espera que la vida de 660 millones de personas esté gravemente afectada, ya sea por desastres naturales causados por el cambio climático o por la degradación progresiva del medio ambiente (Global Humanitarian Forum, 2009: 12). A pesar de la creciente preocupación de las potencias mundiales por el cambio climático, no han hecho más que crear los derechos de emisión de CO2 a partir del Protocolo de Kyoto, generando una suerte de privatización de la atmósfera. En la actualidad el comercio de los créditos de carbono ascendió a 126.000 millones de dólares en 2008 y se espera que llegue a los 3,1 billones en 2020 (Friends of the Earth, 2009: 4).
Como si fuera poco, la crisis ecológica se evidencia también en el acelerado consumo de los bienes que provee la naturaleza. El informe Planeta Vivo de 2008 de la World Wide Fund For Nature (WWF) indica que en los últimos 35 años se ha perdido casi un tercio de la vida silvestre de nuestro planeta. Aún más impactante resulta el índice de huella ecológica, elaborado por la WWF, que mide la demanda de la población mundial sobre los recursos biológicos del planeta[2]. La demanda de la humanidad en 1961 era la mitad de la biocapacidad mundial, mientras que en 2005 la demanda excedía en casi un 30% esa capacidad. Es decir, que la huella ecológica aumentó más del doble en las últimas cuatro décadas y los pronósticos son menos alentadores ya que a mediados de la década de 2030 la demanda equivaldrá a la capacidad biológica de dos planetas Tierra (WWF, 2008: 2). La WWF atribuye los datos al crecimiento de la población mundial y de los niveles de consumo pero sólo explican una parte del problema y adopta una posición cercana al neo-malthusianismo.
La problemática ecológica envuelve aspectos económicos, sociales, culturales y políticos, de manera que requiere una visión totalizadora. Hoy, más que nunca, quedan expuestos los fundamentos del funcionamiento del modo de producción y reproducción capitalista como factores desencadenantes tanto de la crisis económica como de la crisis ecológica.
Para cuestionar estos fundamentos se hace necesario recuperar la crítica de las formas fetichizadas de la economía política que brindara la teoría marxista pero ahora enriquecida con los aportes del marxismo ecológico. No basta con el análisis de la relación capital – trabajo sino que se vuelve imprescindible incorporar una nueva mirada de la relación entre el hombre y la naturaleza y específicamente el modo en que el régimen capitalista de producción se apropia de su entorno natural.
Esta apropiación será entendida en términos de la subsunción real de la naturaleza al capital. Asimismo, evaluaremos de qué manera reaparece históricamente para el marxismo ecológico la crisis de subproducción unida a la crisis de sobreproducción característica del capitalismo. Por último, dejaremos algunas reflexiones en relación a las desigualdades ambientales y a los conflictos ambientales como consecuencias ineludibles de este sistema y sus crisis.
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Acabo de descubrir este sitio.
ResponderEliminarExcelente
Conozco a algunos de los autores que aquí escriben
Muchas gracias por la oportunidad de leer estos textos...
Pablo Suárez
Pablo, gracias a vos por dejar tu comentario. No dudes en escribirnos a nuestros mails para enviarnos sugerencias o ampliar tus comentarios.
ResponderEliminarSaludos.
Nacho, felicitaciones por la publicación!
ResponderEliminarLa subimos al blog del Colectivo de Izquierda.
Abrazos.
Luciana.
Me parece que es una publicación muy buena, ojala otros profesionales en el tema se preocuparan en concientizar a la gente sobre la seguridad alimentaria, pues soy estudiante de Ingeniería Agrícola y se la demanda que esto implica y los problemas que se están teniendo actualmente
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