Todos somos juguetes de la historia dentro de la cual estamos arrojados; y nunca fue más actual la visión de Marx de que no hacemos la historia como queremos que en el presente, de acuerdo a los eventos del 11 de septiembre.
Estaba preparado para presentar a este Congreso una bastante sincera, aunque también utópica, visión de un socialismo ecológico deducido de un estudio llamado El Enemigo de la Naturaleza, en el que he estado trabajando durante algunos años. La escritura de este trabajo tuvo lugar en ese período de expansión capitalista que ha tenido ahora una sacudida y que ha entrado en una caída libre; y la tesis de mi estudio era simple, e incluso brutal, a un grado tal que ha llevado a muchos a asumir los términos de lo expuesto con sus graves implicaciones. El corazón del argumento del libro es que la producción del capitalista y la integridad ecológica existen en una contradicción absoluta, tanto que incluso los mecanismos del valor del mercado indican que no se puede recuperar la situación más, hasta llegar a un punto en el que sólo se ponen algunas capas de pintura sobre unas estructuras derruidas. Con todo, este no es un fin apocalíptico como se indicaba en el conocido guión sino, más bien, la corrosión incesante de los ecosistemas, un tipo de desgaste y desmoronamiento, como el de un suéter comido por la polilla que alguna vez habrá que abandonar. Lo patógeno de esta invasiva e interminable fuerza expansiva del Capital, es que carcome los hilos de la integridad ecológica y excede, con su presión inexorable para expandirse, la capacidad de la Tierra hasta llevarla a la desestabilización ecológica. La implicación práctica de este razonamiento es el retorno al célebre dictum de Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”, sólo que al último término le debemos agregar el significado adicional de ecocatástrofe. De modo que el proyecto superador de la actual situación ahora se presenta como ecosocialismo y asume el objetivo principal de restaurar la integridad ecológica del planeta, junto con los fines familiares del "socialismo de la primer época": hacer justicia y hacer efectiva la libre determinación de los productores. Acerca de lo que esto puede significar, lo veremos más abajo.
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Estaba preparado para presentar a este Congreso una bastante sincera, aunque también utópica, visión de un socialismo ecológico deducido de un estudio llamado El Enemigo de la Naturaleza, en el que he estado trabajando durante algunos años. La escritura de este trabajo tuvo lugar en ese período de expansión capitalista que ha tenido ahora una sacudida y que ha entrado en una caída libre; y la tesis de mi estudio era simple, e incluso brutal, a un grado tal que ha llevado a muchos a asumir los términos de lo expuesto con sus graves implicaciones. El corazón del argumento del libro es que la producción del capitalista y la integridad ecológica existen en una contradicción absoluta, tanto que incluso los mecanismos del valor del mercado indican que no se puede recuperar la situación más, hasta llegar a un punto en el que sólo se ponen algunas capas de pintura sobre unas estructuras derruidas. Con todo, este no es un fin apocalíptico como se indicaba en el conocido guión sino, más bien, la corrosión incesante de los ecosistemas, un tipo de desgaste y desmoronamiento, como el de un suéter comido por la polilla que alguna vez habrá que abandonar. Lo patógeno de esta invasiva e interminable fuerza expansiva del Capital, es que carcome los hilos de la integridad ecológica y excede, con su presión inexorable para expandirse, la capacidad de la Tierra hasta llevarla a la desestabilización ecológica. La implicación práctica de este razonamiento es el retorno al célebre dictum de Rosa Luxemburgo: “socialismo o barbarie”, sólo que al último término le debemos agregar el significado adicional de ecocatástrofe. De modo que el proyecto superador de la actual situación ahora se presenta como ecosocialismo y asume el objetivo principal de restaurar la integridad ecológica del planeta, junto con los fines familiares del "socialismo de la primer época": hacer justicia y hacer efectiva la libre determinación de los productores. Acerca de lo que esto puede significar, lo veremos más abajo.
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