¿EXISTE UN MARXISMO ECOLOGICO?* Elmar Altvater**

EN ESTE ESCRITO pretendo mostrar que las aseveraciones marxistas sobre las relaciones sociales del hombre con la naturaleza pueden ser empleadas para una mejor comprensión de los problemas ecológicos contemporáneos.
El mismo Marx es ambivalente con respecto a la concepción de la naturaleza en su crítica a la economía política. Por un lado, su teoría está relacionada con los enfoques tradicionales de la economía y la teoría política; Marx no abandona el “campo teórico” argumentativo tradicional de la economía política para abrir un nuevo campo. Sigue las señales de la ilustración racional y una lógica que no tiene en cuenta los límites de la naturaleza. El argumento principal es el siguiente: el hombre construye su historia al transformar la sociedad, la naturaleza y a sí mismo, pero no existen límites impuestos por la naturaleza. Por consiguiente, la naturaleza es concebida como un conjunto de recursos que pueden ser utilizados. Esta concepción podemos encontrarla ya en las ideas de Bacon, en la derivación de John Locke de los derechos de propiedad (de la capacidad del trabajo humano de apropiarse de los frutos de la tierra), así como también en el concepto de división del trabajo de Adam Smith como fuente constantemente creciente de productividad y, por ende, de riqueza para las naciones. Este campo teórico también incluye la concepción de David Ricardo sobre la tierra como factor limitante de la acumulación capitalista debido a los efectos que tiene la existencia de tierra de menor calidad y fertilidad sobre la reproducción de los costos del trabajo que llevan a una tasa de ganancia decreciente.
La idea de Marx resulta ser un progreso en comparación con la de Ricardo porque presenta la interpretación fundamental de las “leyes de movimiento” de la acumulación capitalista como moldeadas por las contradicciones sociales y no por los límites impuestos por la naturaleza.
Aquellas que Marx llamaba “interpretaciones vulgares” de la divergencia entre la oferta de recursos naturales y la demanda del hombre de productos de la naturaleza, particularmente acentuadas en la teoría de Thomas Malthus, exhiben un naturalismo inhumano, que Marx rechazaba ya en sus primeros trabajos en contra del idealismo alemán.
En las interpretaciones clásicas, y sobre todo en las neoclásicas, de la relación hombre-naturaleza, la racionalidad individual en la toma de decisiones con relación a los recursos escasos es el punto central, contrariamente a lo que ocurre con el pensamiento malthusiano en el que el exceso de demanda es la categoría decisiva. En las teorías clásica y neoclásica, la categoría de escasez aparece como la pieza central del razonamiento económico. El “individualismo metodológico” (Schumpeter, 1908) ha nacido; y con él, una racionalidad que separa en un primer momento recursos naturales de otras partes no valiosas de la naturaleza, que no sirven como fuentes de valorización capitalista, y que en un siguiente paso separa un recurso natural del otro. De otra manera, una toma de decisión racional no sería posible bajo las precondiciones del individualismo metodológico.
Por ende, la totalidad holística de la naturaleza o su respectiva integridad se disuelven en un conjunto de recursos naturales individuales y en un resto que no puede ser valorizado o validado. La naturaleza es de este modo transformada de una entidad ecológica en una entidad económica; más allá de esto, la naturaleza permanece “externa” al discurso económico y su racionalidad. En la corriente dominante dentro de la economía, este supuesto tiene, por un lado, la ventaja de ser apropiado para la aplicación de modelos altamente formalizados. Por otro, un razonamiento teórico de este tipo tiene que tener en cuenta la existencia de externalidades, como por ejemplo las fallas de mercado. Así es como la teoría de economías y deseconomías externas ha sido desarrollada por autores desde A. Marshall (1964) hasta A. C. Pigou (1960) y R. Coase (1960). La economía de los recursos (Hotelling, 1931) prometía proveer reglas sobre cómo lidiar con recursos naturales escasos sin dañar a la naturaleza, por ejemplo, sin producir excesos de demanda. Paradójicamente, las reglas sobre cómo lidiar con la escasez son concebidas como un remedio para evitar excesos de demanda (Altvater, 1993). Hoy, la aplicación de reglas racionales de decisión bajo condiciones de escasez como forma de sobrellevar una situación de real exceso de demanda es altamente dudosa dados los “límites al crecimiento”, el agotamiento de recursos y los conflictos militares sobre recursos (“nuevas guerras sobre recursos”) en África, América Latina y Medio Oriente. Varias guerras han sido declaradas por la dominación de territorios donde abunda el petróleo y por la influencia sobre los precios del mismo. Estos eventos muestran claramente los límites de la economía pura para explicar la realidad, y la necesidad de adoptar un enfoque político económico para comprender las contradicciones de nuestro tiempo. Jean-Paul Deléage concluye: “Moverse más allá de los límites […] adoptando la ‘postura de la totalidad’ es la única opción metodológica que puede servir como una base sólida para el análisis de la relación entre la sociedad y la naturaleza” (Deléage, 1989: 15).
La disolución de la naturaleza entera en una aglomeración de recursos naturales individuales, y luego la aplicación de un conjunto de instrumentos analíticos basados en el individualismo metodológico para así guiar racionalmente el manejo de los recursos, es ajena al concepto marxista de economía ecológica. La principal y fundamental razón es el concepto muy diferente de socialización (vergesellschaftung). Los individuos atomísticos, llamados homines oeconomici, que operan fuera del tiempo y el espacio, y por ende en un mundo caracterizado por el individualismo racional no natural, son una construcción idealista sin relevancia social. Su construcción es un resultado del “individualismo metodológico” de la economía moderna. En cambio, los individuos sociales se encuentran insertos en un sistema social histórico y dependen de la naturaleza y sus fronteras. Por ende, la racionalidad sólo puede ser una racionalidad restringida por lo social, y la perspectiva es la totalidad sociedad-hombre-naturaleza. Las categorías básicas de la crítica marxista de la economía política con respecto a la relación de la sociedad con la naturaleza están orientadas hacia la comprensión del metabolismo, esto es, de las transformaciones de la materia y la energía, el rol crucial de las necesidades humanas, el carácter dual del trabajo y la producción, la dinámica de las crisis económicas y sociales, la valorización del capital, la acumulación y expansión (globalización), la entropía y la irreversibilidad.
En las siguientes páginas analizo estas categorías antes de arribar a una conclusión en relación con la utilidad de la ecología marxista para entender los problemas ambientales contemporáneos.

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