La práctica teórica del marxismo, gira en torno a la visión crítica de la economía, y de la sociedad capitalista en su conjunto. Decirse marxista es decirse antisistema, de ahí la incomodidad para muchos de llamarse a sí mismos marxistas. Porque siempre es más cómodo fluir con la corriente que en su contra, aún si la corriente nos conduce a la más terrible catástrofe. La objeción al sistema proviene de los conflictos develados por el materialismo histórico, como método de investigación y análisis, que nos permite entender las contradicciones de carácter social y económico que niegan, directa o indirectamente, el mandato esencial de cualquier sistema económico. Es decir, la reproducción de las condiciones materiales que garanticen la vida humana.
El legado de nuestro sistema de vida, en lo que se refiere a la sumisión de la vida humana al capital, ha escalado dimensiones que Marx no pudo prever, pese a su sorprendente agudeza. A partir de las enseñanzas de la economía política marxista fuimos capaces de comprender la dimensión humana del daño que el capitalismo ocasiona sobre los pueblos, con todo el drama de la sobreexplotación y miseria, pobreza y desigualdad, pero todavía hemos fallado en discutir y enseñar, lo suficiente, una dimensión crítica de nuestro tiempo. Esto es, la dimensión ecológica del daño.
El debate de la pertinencia de dicha dimensión, de lo ambiental en la economía, no es asunto nuevo o sorprendente, de lo que se deduce que en el laborar de éste esfuerzo no se pretende descubrir “el agua tibia”, sino más bien, retomar la importancia de dichos temas y reintroducirlos a nuestros análisis. La discusión tiene un apogeo relevante en las décadas de los sesentas y setentas con la entrada en escena de numerosas investigaciones sobre economía y medio ambiente, como el Informe Meadows, que, sin adentrarse mucho en el tema de la ecología política fueron capaces de advertir sobre los límites del paradigma de crecimiento y desarrollo asumido por las economías industrializadas.
No obstante la mención de la naturaleza en la economía fue asumida desde hace mucho con los aportes de D. Ricardo y J. Malthus, y el tema de la población y la tierra, el asunto de la naturaleza desde una perspectiva ecosistémica empieza a dilucidarse más claramente con los aportes de otras ciencias en la economía. Éstos pueden encontrarse en la línea de los invaluables esfuerzos de G. Rougen y F. Soddy por reinventar la lógica reduccionista de los modelos de crecimiento económico e introducir conceptos de la materia y la energía, de las ciencias físicas, a los mundos abstractos de los economistas neoclásicos.
Durante los años posteriores a la revolución industrial, el capitalismo, como sistema productivo, logró tomar autonomía en su desarrollo y marcar el rumbo de la humanidad, impulsado por todas las energías de la Tierra puestas a su disposición. Producción industrial de mercancías que, en la conjunción del humano y la máquina, como factores de producción, dotaron al sistema de medios para manufacturar todo lo imaginable en una lucha desgarradora por la producción y apropiación de plusvalía, en un crecimiento exponencial que parecía ilimitado.
Lo que ha pasado con la humanidad, en sus relaciones sociales con el capital, durante el desenvolvimiento de esta fuerza productiva, objeto central en el análisis marxista, se ha documentado y estudiado constantemente; las luchas, rebeliones, revoluciones y procesos alternativos al propio sistema. Pero, ¿qué de los propios procesos contradictorios en que se ve envuelto el sistema con la naturaleza?
El legado de nuestro sistema de vida, en lo que se refiere a la sumisión de la vida humana al capital, ha escalado dimensiones que Marx no pudo prever, pese a su sorprendente agudeza. A partir de las enseñanzas de la economía política marxista fuimos capaces de comprender la dimensión humana del daño que el capitalismo ocasiona sobre los pueblos, con todo el drama de la sobreexplotación y miseria, pobreza y desigualdad, pero todavía hemos fallado en discutir y enseñar, lo suficiente, una dimensión crítica de nuestro tiempo. Esto es, la dimensión ecológica del daño.
El debate de la pertinencia de dicha dimensión, de lo ambiental en la economía, no es asunto nuevo o sorprendente, de lo que se deduce que en el laborar de éste esfuerzo no se pretende descubrir “el agua tibia”, sino más bien, retomar la importancia de dichos temas y reintroducirlos a nuestros análisis. La discusión tiene un apogeo relevante en las décadas de los sesentas y setentas con la entrada en escena de numerosas investigaciones sobre economía y medio ambiente, como el Informe Meadows, que, sin adentrarse mucho en el tema de la ecología política fueron capaces de advertir sobre los límites del paradigma de crecimiento y desarrollo asumido por las economías industrializadas.
No obstante la mención de la naturaleza en la economía fue asumida desde hace mucho con los aportes de D. Ricardo y J. Malthus, y el tema de la población y la tierra, el asunto de la naturaleza desde una perspectiva ecosistémica empieza a dilucidarse más claramente con los aportes de otras ciencias en la economía. Éstos pueden encontrarse en la línea de los invaluables esfuerzos de G. Rougen y F. Soddy por reinventar la lógica reduccionista de los modelos de crecimiento económico e introducir conceptos de la materia y la energía, de las ciencias físicas, a los mundos abstractos de los economistas neoclásicos.
Durante los años posteriores a la revolución industrial, el capitalismo, como sistema productivo, logró tomar autonomía en su desarrollo y marcar el rumbo de la humanidad, impulsado por todas las energías de la Tierra puestas a su disposición. Producción industrial de mercancías que, en la conjunción del humano y la máquina, como factores de producción, dotaron al sistema de medios para manufacturar todo lo imaginable en una lucha desgarradora por la producción y apropiación de plusvalía, en un crecimiento exponencial que parecía ilimitado.
Lo que ha pasado con la humanidad, en sus relaciones sociales con el capital, durante el desenvolvimiento de esta fuerza productiva, objeto central en el análisis marxista, se ha documentado y estudiado constantemente; las luchas, rebeliones, revoluciones y procesos alternativos al propio sistema. Pero, ¿qué de los propios procesos contradictorios en que se ve envuelto el sistema con la naturaleza?
No puedo apoyar al capitalismo por que mientras gire en torno al dinero hace que el hombre pierda la cabeza y olvide sus propios valores, prefiera dinero que respetar el derecho del propio hombre y olvide que no somos los unicos que tenemos derecho a disfrutar de la naturaleza, estas visiones ecosistematicas son importantes para abrirnos el panorama, buena lectura.
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